La Mineta
Órgano de poesía

La Mineta se publicó entre los años 1987 y 1991 en la ciudad de Buenos Aires dirigida por Rodolfo Edwards. Consistía en una hoja de tamaño oficio a doble faz en la que distintos autores publicaban sus poemas, junto a imágenes e intervenciones manuscritas.

Anterior y menos conocida y “mítica” que la revista 18 Whiskys, esta “hoja de emergencia”, como se catalogan sus números, constituye, sin embargo, el embrión de lo que luego se denominaría “los poetas de la generación del noventa”. Fue en la gestación de sus ediciones donde se conocieron algunos ellos: Daniel Durand, Juan Desiderio, Rodolfo Edwards, José Villa y Fabián Casas. A su vez, junto con la revista La Trompa de Falopo, con la que compartían cierta estética, prácticas e incluso integrantes (Daniel Durand, Fabián Casas, Juan Desiderio, Darío Rojo, Mario Varela y José Villa), conforman un antecedente fundamental para las publicaciones y proyectos editoriales independientes que aparecerían a finales del período.

Este volante poético, como lo denomina Matías Moscardi, surge en el ocaso de la primavera democrática, mientras en el campo literario las poéticas centrales eran representadas por las revistas Diario de poesía y Último Reino –de corte objetivista y neorromántico, respectivamente– y el neobarroco –vinculado a poetas como Néstor Perlongher y Arturo Carrera–. En contraste con una perspectiva de corte formalista de la poesía, La Mineta vendría a practicar una mirada popular. De allí, por ejemplo, el origen lunfardo de su nombre.

En consonancia, la elaboración de La Mineta era colectiva, y su equipo de colaboradores (enumerado en la hoja, por lo general, luego de un informal “escriben:”), completamente variable, con solo unos pocos nombres más constantes (Rodolfo Edwards, José Villa, Marcela Saracho, Patricia Tielli, Juan José Pelorosso, Daniel Conti, Jorge Spíndola, Raimundo Sanabria, Daniel Durand). Pero este staff eventual reconocía una identidad: en todas sus entregas los autodenominados “mineteros” invitaban a los lectores a participar de sus reuniones semanales en el bar Alabama del barrio porteño de Once. También, consignaban una dirección de correo postal y un teléfono de contacto. Es decir que la colaboración era tanto fluctuante como abierta. Ni el criterio ni los roles de edición estaban determinados, así como tampoco había una poética hegemónica: todo aquel que se acercara podía publicar en La Mineta.

 

Las reuniones de los “mineteros”, además de consistir en la preparación del siguiente número, significaron instancias importantes tanto de formación como de socialización, en las que se gestaban nuevos vínculos e intercambios que darían lugar a paralelos y futuros proyectos de escritura poética.

Al igual que La Trompa de Falopo, La Mineta evidencia un modo de producción artesanal: los poemas eran escritos a máquina y luego recortados y pegados en el original que, a su vez, era intervenido con escrituras manuscritas (entre estas, el propio logotipo de la publicación) y otros materiales (imágenes, recortes de texto, boletos, dibujos, etc.). Luego, la hoja era fotocopiada y distribuida de manera gratuita. Entre otros espacios públicos, La Mineta fue repartida por sus creadores en los pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, institución en la que estudiaban varios de ellos, incluido su fundador, Rodolfo Edwards. Este modo de circulación, a tono con las características mencionadas de su elaboración, contribuyó al destino fantasmal, efímero, de las hojas de La Mineta, ya que “constituyen un corpus ausente, hace tiempo fuera de circuito” (Moscardi, 2013). En la misma dirección, vale destacar que la frecuencia de publicación de La Mineta y la datación de sus números son igualmente irregulares: su periodización oscila (mensual, trimestral, varios números diferentes en un mismo mes, etc.) y en algunos ejemplares el número de hoja o la fecha están ausentes.

En cuanto a la diagramación de los materiales que integraban las hojas de emergencia, la revista no obedecía a un esquema regular. Si bien predominaba el sentido vertical de los textos a dos columnas, muchas de las piezas, ciertos agregados caligráficos y hasta algunos de los textos centrales del número se encontraban en diversas direcciones. Así, al igual que La Rara Argentina, aunque de manera menos radical que esta, la hoja exigía ser girada para poder leerla en su totalidad.

Además de los poemas originales, La Mineta incluía fragmentos, citas de otros autores y referencias variadas. Salvo contadas excepciones, una cita próxima al título funciona como epígrafe. Estas intertextualidades conforman un mapa literario y cultural que confirma la importancia de este tipo de publicaciones también en tanto espacios de aprendizaje y divulgación.

Moscardi, Matías (2013). “Mitos del futuro próximo: textos perdidos y otras materialidades inasibles en la poesía argentina de los noventa. Notas sobre el reensamblado de un corpus”
  • Título: La Mineta. Órgano de poesía.
  • Período: 1988-1990.
  • Números: 12.
  • Formato: hoja oficio (21,59 cm x 35,56 cm).
  • Lugar de edición: Capital Federal.
  • Directores/responsables: Rodolfo Edwards.
  • Colaboradores: Alberto Baez, Alberto Muñoz, Ana María, Carlos Battilana, Celeste Quiroga, Circo, Daniel Conti, Daniel Durand, Darío Rojo, Eduardo Betas,  Ernesto San Millan, Esteban Pikiewicz, F. Rosenberg, Fabián Casas, Fausto G. Rossi,, Francisco Rufat, Gerardo Foia, Gilberto Ramírez Santacruz, Guadalupe Arenillas, Ivana Mirelmann, Jorge Spíndola, José A. Villa, Juan Desiderio, Juan J. Pelorosso, Marcela Saracho, María Quevedo, María Télles, Mariela Tielli, Mario Varela, Omar Casano, Omar Perl, Osvaldo Bossi, Osvaldo Riccardi, Pablo Vignone, Patricia Tielli, Raimundo Sanabria, Ricardo Juricich, Robert Emith, Rodolfo Edwards, Silvia P. Martínez, Stella, “El juguete rabioso”, “Fafa T.”, “Marty del Mar”.
  • Observaciones: hoja fotoduplicada. Denominada “Hoja de emergencia” y numerada. Fechada con mes y año. En algunos casos, la numeración o la fecha están ausentes, ya sea porque no fueron datadas o porque al fotocopiarse se recortó dicha información del original, como sucede también con algunos textos.